¿Qué podríamos hacer para cerrar este 2017? No sé, algo gordo que nos saciara el ansia de MTB estaría bien. Por eso le propuse a Carlos irnos bien lejos y hacer algo fuera de nuestro terreno y pedalear hasta decir basta. En vísperas de Nochebuena cogimos un tren bien temprano y nos plantamos en Ripoll para encarar la que ha sido la última ruta del año: un recorrido que combina la Ruta del Ferro con el más que conocido Camí del Carrilet.
Pegarse un maratón en Navidad es una motivación extra por varias razones. En este caso, por tratarse de 135 kilómetros en un calendario apretado y con la preocupación de que hiciera demasiado frío -salimos con cero grados-, aunque en peores plazas hemos toreado. Por supuesto que sarna con gusto no pica, así que nos plantamos en el pirineo catalán para llanear y comenzar nuestra preparación de cara al temporadón que nos espera este 2018.
MTB y frío en El Ripollès
Comenzamos en Ripoll, enlazando la Ruta del Ferro i del Carbó hasta llegar a Sant Joan de les Abadesses, el tramo más frío de todo el recorrido por varias razones: era a primera hora de la mañana y todo ese recorrido transcurría junto al río Ter. No tuvo más dificultad que la de calentar en un falso llano que picaba un poco hacia arriba, parecía que íbamos a apagar un incendio. En media hora hicimos los 11 kilómetros que separan ambas localidades y abandonamos la Ruta del Ferro para encarar el Coll de Santigosa, los únicos 6,5 kilómetros de verdadera subida, con 280 metros de desnivel y rampas de más del 8%.
Una vez arriba y llegados a los 1.064 metros de altitud -la máxima de todo el recorrido-, habían dos opciones: bajar por carretera como recomendaba el itinerario; o bajar por una ruta alternativa algo más complicada, por donde nos metía el track que seguimos en Oruxmaps. No es muy difícil adivinar por cuál nos decantamos. Al fin algo de montaña: 10 kilómetros brutales de bajadas donde abundaban las rocas escarpadas, desaconsejable si no tenéis un poco de técnica sobre la bicicleta. No sé, uno siempre va a pasarlo bien en rutas como éstas, así que si no lo veis claro...yo no me la jugaría.
Falso llano y paisajes de retina
Una vez fuera de la trialera de rocas, enlazamos una pista combinada de tierra y gravilla. Pasamos por un valle con unas vistas espectaculares, quizás las mejores de la ruta, y aprovechamos para visitar la iglesia de Sant Pere Despuig. Nos metimos por un pequeño tramo de la N-260 hasta que tomamos un desvío hacia la antigua carretera, que nos llevó por tramos de bosque hasta Olot. El mayor trámite quizás es el de cruzarlo en bicicleta. No está mal señalizado, pero se pierde bastante tiempo averiguando hacia qué dirección vamos.
Una vez dejamos atrás Olot, pasamos por diferentes localidades, hasta que superar Sant Esteve d’en Bas. Ahí sí comienza El Carrilet, el que todo el mundo conoce por sus largos tramos y sus túneles antiguos, testigos de que por allí pasó hace años la estrecha vía de tren que unía las comarcas de El Gironés y La Garrotxa. No os vamos a decir más; tenéis que vivirlo. Los 15 kilómetros antes de llegar a Girona se hicieron un poco pesados por el llano tan largo y pegado a la carretera. Pero bueno, que de algo habrá que quejarse.
Girona, último achuchón y ruta para la saca
Girona es una ciudad para perderse, en bicicleta y a pie. Vale la pena visitar su Catedral, su casco antiguo, sus murallas...en definitiva, es demasiado interesante como para visitarla de paso. Pero íbamos con el tiempo contado y después de comer iniciamos el último tramo de 30 kilómetros que nos separaban del final del recorrido.
Y la verdad es que fue puro trámite. Tramos extremadamente largos y planos, pasando por urbanizaciones y aledaños de carreteras secundarias. Pero en fin, había que rematar la faena. Llegamos a Llagostera bastante antes de lo que esperábamos, el camino ya no deparaba sorpresas y la pista ancha nos facilitó la tarea. Los últimos 10 kilómetros hasta la estación de Caldes de Malavella fuimos volando sobre la bicicleta en una mezcla entre ‘menudo llano’ y ‘quiero irme a casa’. Hubiésemos preferido llegar hasta la Costa Brava y pegarnos una buena mariscada, pero no había otra combinación para volver a casa. Tras casi 135 kilómetros, 1.300 metros de desnivel positivo y 6 horas y media sobre la bicicleta, la ruta ya estaba en el bolsillo.
La verdad es que, para al que le coja cerca, La Ruta del Ferro y El Carrilet son unos recorridos que merece la pena hacer al menos una vez en la vida, ya sea en uno o varios días. No es que se trate de un recorrido espectacular de pe a pa, pero siempre es agradable salir de los caminos por los que rodamos habitualmente. No tiene dificultad técnica y es apta para todo tipo de ciclistas, independientemente del nivel. En nuestro caso, que estamos cogiendo fondo de cara a las pruebas que nos esperan para el 2018, es un buen recorrido; llano y con poco desnivel, ideal para fortalecer las piernas y acostumbrarse a pasar tiempo sobre la bicicleta. Seguramente volvamos, pero esperamos que sea para descubrir nuevos caminos, esta vez de pura montaña.
¡Larga vida al MTB!